Nunca creí en tu costumbre de escribirnos un poema en las contadas veces que nos vimos. Ahora supe que la noche de nuestra última cita terminaste éste:
y así sucedió una vez más mientras
tomábamos café
una abeja amenazaba
nuestra rebanada de pastel
y tu hablabas de las teorías de física cuántica
de la fuerza de atracción de los agujeros negros
de la masa comprimida de las enanas blancas
y pronto ya eran dos abejas
y tu decías que la idea de dios
es congénita
-o que no necesitabas de esa hipótesis,
recuerdo-
(entonces abaniqué el pastel
y la abeja voló)
querías saber mi opinión
yo con mi trozo de pastel
y todo aquello me hacía sentir tan cansada.
martes, 30 de junio de 2009
Suscribirse a:
Entradas (Atom)